10 de Abril de 2008
Love and Honor
Con la película japonesa Love and Honor he vuelto a plantearme cuál es el criterio que tienen las productoras para distribuir determinadas películas. No soy partidario del doblaje, pero entiendo que el mercado mayoritario de espectadores exija que las películas no tengan subtítulos, aunque sea una pérdida y el informe Pisa se encargue de recordar todos los años lo mal que vamos en idiomas.
Así que cuando una película como Love and Honor tiene todos los elementos para pasar al circuito comercial, por así decirlo, y se queda en la versión original, confieso que no lo entiendo. Porque Love and Honor no es una película abstrusa, conceptual, minoritaria y exigente con el espectador. Antes bien, es un drama apto para todos los públicos, con una historia interesante, buenos personajes y situaciones perfectamente comprensibles aunque esté ambientada en el Japón del siglo XVIII.
La tercera parte de la trilogía de samuráis de Yôsi Yamada es la historia de un samurái de poco rango, encargado junto a varios compañeros de una tarea aparentemente absurda: catar los alimentos del señor feudal antes de que lleguen a su mesa para evitar un envenenamiento. Y así se nos muestra todo el ritual de una pequeña corte rural, de la vida cotidiana en el campo, sus pequeñas miserias y sus grandes tragedias.
Yamada aprovecha cada giro de la historia para profundizar en los personajes, para que los veamos evolucionar y enfrentarse a los acontecimientos. La película está llena de planos muy expresivos, pero sin perder el ritmo. No se recrea, por así decirlo, en la belleza de un plano, sino que a través de ese plano explica y refuerza el conflicto que los personajes viven en ese momento.
Además, y esto es un rasgo singular, Love and Honor es un film para y de los sentidos: no sólo vemos o escuchamos lo que sucede en la pantalla, sino que las cosas huelen, saben y casi se pueden tocar. Hermosa y honrada película, en fin, apta para cualquier paladar.
Me encantó esta película. No se hizo larga en ningún momento, y eso que dura dos horas a un ritmo catalogado como lento para el cine comercial occidental.