19 de Febrero de 2007
Mi amadísima Bonifacia
Su carita asomándose a la esquina de la ventana que da a la calle, mientras ella me está esperando a que vuelva a casa, sea que yo hubiera salido una hora o dos días o un mes; los brinquitos de alegría al verme entrar; sentada viendo llover en el canto de la ventana del comedor en Los Planes y suspirando; mi gatita intelectual a la que le gustaba que le leyera de mis libros, cerrando los ojitos al escuchar poemas de César Vallejo o José Lezama Lima; viendo televisión (sus programas favoritos: Bob Esponja, Pokemon, Oggy y las cucarachas y documentales de chacales, hienas y surigatos en el Animal Planet); robando los ratones que cazaba la Loli porque la Boni jamás cazó nada; enojada pateando y derribando la puertecita que mandé a poner en la casa de Managua para que entraran y salieran a gusto al jardín y que ella no entendía cómo funcionaba por más que yo se lo enseñé; salivando de la emoción al volver a verme después de alguno de mis viajes; despertándome a las 4 de la mañana porque tenía hambre o quería salir de la casa (me jalaba la sábana y me maullaba en voz bajita); la nueva estrategia para despertarme que adoptó después de varias regañadas y que consistía en sentarse a verme fijamente la cara para cacharme abriendo los ojos y al yo hacerlo, ella comenzar a maullar para que por favor le diera desayuno; su dormir conmigo en la cama: encima de mis piernas, sobre mi pecho, en mi costado derecho, junto a mi cabeza y más recientemente con su cabecita metida debajo de mi barbilla y con sus manitas una sobre la otra en mi pecho (siempre lo dije: yo era su sofá favorito); su resentimiento cuando pasé un año en Europa (no quería saludarme al regreso y me volteaba la cara, indignada porque la había dejado sola tanto tiempo); su depresión durante mis ausencias; su carita de niña triste desde que yo sacaba la maleta para empacar; su hipo después de tomar agua; sus peditos de alegría; la majestuosidad con que acicalaba su pelo de conejo hasta quedar perfecta y maravillosa; su rito de tomar el sol panza arriba en las mañanas;
sus bramas babilónicas de hasta 10 días, donde todos los gatos de la ciudad hacían fila en casa para tener el privilegio de gozar de sus favores amorosos antes de ser degollados por la multitud de rivales que peleaban su turno. Al terminar aquellas orgías, llenas de peleas, gritos, gatos corriendo por el techo, etc., Boni terminaba agotada, sucia, despeinada, y hambrienta. Comía con ansia y dormía 48 horas seguidas para despertar, acicalarse y continuar su vida con toda normalidad; su obligarme a descansar cuando me miraba trabajar demasiado, forzándome a seguirla para salir a tirarnos panza arriba bajo el sol; sus juegos con la Loli (empezaban jugando y terminaban peleando); no soportaba oír silbar; tenía un relojito interno que sabía cuándo eran las 10 de la noche, hora de acostarnos. Interrumpía lo que fuera que yo hiciera para llevarme a la cama. Sus métodos bonifacios para hacerlo eran drásticos: si estaba a la computadora, encaramárseme encima y bloquearme el teclado. Si estaba en casa conversando con amigos, se asomaba a una esquinita de la sala y sólo me miraba. Si a la tercera no lograba hacer que la siguiera, iba estoica a sentarse en la sala, en el brazo de mi sillón, esperando a que se fueran todos mis amigotes que me alejaban de hacerle sus cariñitos; sentada en posición de esfinge sobre el borde del muro de Los Planes, y mirando hacia el jardín interno y hacia la calle y el cafetal de enfrente con cara de “estos son mis dominios”; la gama de maullidos diferentes, cada uno con su significado secreto que sólo ella y yo sabíamos; los silencios que también comprendíamos; su exigir cariñitos, mi robarle besitos, su ronronear con los ojitos cerrados, mi mano acariciándole el pelo siempre suave, su hacerme “pancita” (así llamo al movimiento que hacen los gatos, como que te están masajeando); el incierto origen de su padre que le ganó el mote de “la hija del señor Conejo”, porque un conejo fue el único novio que le conocí a la Loli, su madre; su miedo a los truenos; su miedo a los cohetes; su rechazo a todos los seres humanos menos a mí y a los hombres guapos; su juego del “monstruo” conmigo: saltarme enfrente al yo caminar, parada en dos patas y pegar un par de brinquitos para luego salir corriendo y voltear a verme con carita de “¡la asusté, la asusté, jajaja!”; la gatita internacional que vivió en Managua, San Salvador y San José...
El pasado miércoles 14 de febrero, a las 18:07, su graciosa majestad imperial Bonifacia la Única, se fue. Murió a causa de una infección hepática que nos tenía peleando por su vida desde comienzos de mes. Pero por su edad y por lo asintomático de su infección al inicio, el tratamiento con antiobióticos sirvió sólo para reavivarla un par de días y luego recaer y empeorar en cuestión de horas.
Tuve el privilegio de poder estar con ella desde el segundo en que nació la madrugada del 25 de marzo de 1995, hasta el momento en que murió casi doce años después. Lo último que ella vio fue mi rostro, lo último que ella escuchó fue mi voz en su orejita izquierda. Cuando la durmieron estaba prácticamente en coma, aunque me reconocía porque movía el ojito hacia mi rostro cuando le hablaba. Me impresionaron su estoicismo y su dignidad durante su enfermedad y su agonía.
Los días sin ellas han sido extraños, de rutinas rotas. El vacío es más inmenso y complejo de lo que tengo capacidad para describir. Es un vacío no sólo físico sino también emocional. Hay demasiado silencio pese a que la Boni no era ruidosa. Retazos de recuerdos suyos llegan a mí por ráfagas, sin cesar. Todos me arrancan sonrisas y lágrimas.
Mi tristeza es dulce y amarga al mismo tiempo. Pienso que la vi nacer, que la vi morir y que tuve el privilegio de compartir con ella 12 años, que en tiempo felino es mucho. Eso da algo de conformidad. Vivió su ciclo, su vida (una vida que, estoy segura, fue muy feliz). Pero qué puedo hacer, me hace falta, una falta extraordinaria, tan grande como un agujero negro. También le hace falta a la Loli que la ha estado buscando, quien me maúlla preguntando cuándo vuelve la Boni, que olfatea todos los lugares donde la Boni dormía, quien se sienta en el jardín mirando el lugar donde está enterrada y se va a escarbar allí a ver si la logra sacar y luego, desconcertada, viene a sentarse a mi lado esperando con paciencia a su compañera de toda la vida.
De la Boni aprendí muchas cosas como la nobleza, la lealtad, la inteligencia de los animales, la dignidad, el estoicismo, la amistad, la incondicionalidad, el placer de las cosas sencillas pero sobre todo, el amor. Con ella reconfirmé que no hay amor más puro que el amor de un gato porque la Boni era puro amor. Extraño sobre todo sus sobredosis de cariño cotidianas con las que se ganó mi devoción total.
Y qué puedo ya decir: nada más que la vida no es ni será igual sin ella y que tengo una tristeza interminable, mi muñequita preciosa, mi palomita, mi conejita, mi princesita egipcia.
Comparto tu dolor. Mi familia anda de viaje en Nueva York. Me tuve que quedar por un proyecto esencial de fin de semana en mi trabajo. Estoy sólo con mi Ché, mi gatita pinta. Le daré un abrazote en honor a tu princesa.
Carlos | 19 de Febrero de 2007 - 04:39 PMLo siento mucho Jacinta. Me recordaste hace muchísimos años atrás cuando murió mi perro, y también sentí tanto su muerte.
Un fuerte abrazo, y ánimo.
Lamento mucho la noticia, Jacinta. Yo sé cuánto cariño existía entre la Boni y vos. Y también sé que desde el cielo de los gatos te está observando.
Arbolario | 19 de Febrero de 2007 - 05:45 PM:(
Quien quiera que diga que los gatos son infieles, nunca ha tenido uno. Estoy segura que está enviándote muchos felices deseos gatunos desde donde esté, deseandote tardes llenas de mariposas.
medea | 19 de Febrero de 2007 - 06:18 PMGracias a todos, tengo una tristeza que no me cabe en el cuerpo y siento su ausencia de una manera inimaginable...
Jacinta | 19 de Febrero de 2007 - 07:18 PMQue triste. Te acompañamos, en la distancia con tu duelo.
Un abrazo
Mi querida Jacinta:
Mi pesame. Es duro perder a una amiga, una hermana, una hija gatuna. Siento tu dolor. Te entiendo. Yo aún recuerdo mucho la vez que murió mi gata Gizmo, su vacio me persigue y me duele. Sólo piensa que ahora está en un lugar mejor. Tal vez con otros gatos, jugando y extrañándote.
En estos casos no hay palabras para reconciliarte con la vida, pero en honor a la vida de Boni se debe seguir viviendo, curando la herida y sabiendo perdonar a la muerte.
Un abrazo.
Y un abrazo a la triste Loli.
Krisma | 20 de Febrero de 2007 - 02:46 AMGracias Aldebarán y Krisma y a todos de nuevo por sus afectuosas palabras.
Fijate Krisma que curiosamente estoy conforme con que se haya ido (pienso que vivió una larga vida, no común para el promedio de los gatos), y además fue una gata feliz, mimada, adorada a la que jamás se le negó ninguno de sus insólitos caprichos... ¡pero me hace falta mi muñequita, qué le voy a hacer!
Lo siento mucho!! Que Dios la tenga en su santo patio. Un abrazo para usted y para Loli.
Vania | 21 de Febrero de 2007 - 01:15 AMGracias Vania, muy amable.
Jacinta | 21 de Febrero de 2007 - 01:17 AMDemasiado triste, profe. Yo sé que las palabras no sirven de mucho en estos casos pero sepa que le mando un abrazo muy, muy fuerte.
Floriella | 21 de Febrero de 2007 - 04:37 AMGracias Flori, gracias por su abrazo.
Jacinta | 21 de Febrero de 2007 - 11:49 PMyo tambien tuve una gatita muy buena. se llamaba lola y era preciosa. llegó en septiembre del 2005 y se fue en septiembre del 2006. poco tiempo, la verdad, pero inmejorable.los mejores momentos, el hacer que a mi que odiaba a los gatos, me encantasen (de hecho ahora tengo otro)... en ese tiempo mi reina tuvo cuatro hijitos tres machos y una princesita (que asi se llamó) los cuatro murieron al mes de nacer y mi lolita los buscaba y no aparecian, lamia el cesto en el que estaban ellos,...
el dia 26-septiembre-2006 yo estaba en el instituto y le dije a una amiga que me pareció oir a mi lolita llamandome y al llegar a casa mi madre me dijo que la habia atropeyado un coche (era una callejera, pero siempre dormia conmigo).
quiero decir que te apoyo y que estoy segura de que mi lola fue un angel caido del cielo y tu boni(segun lo que cuentas) otro mas y por eso ahora estan una a cada lado de aquel que haya alli arriba.
un saludo y todo mi apoyo.
Gracias Carmelo Hija por tu comentario. Lamento también lo de tu gatita. Curiosamente mi otra gata se llama Loli y ya tiene 13 años.
Pero aunque tu tiempo con tu Lolita fue corto, por lo menos te dejó como herencia el amor a los gatitos.
Un abrazo.
oye me has dejado sin aliento,te comprendo tuve un perrito que se llamaba Ramon el era mi fiel amigo,como tu linda gatita siempre me esperaba en la ventana, para ladrar de alegria al verme,mi novia no lo queria porq el ladraba cuando le daba besos,y a ella no le gustaba q duerma con el, pero el era dueño de mi cama, sigue adelante amiga el recuerdo de ellos nunca se borraran de nuestros corazones
CRISTIAN | 26 de Febrero de 2008 - 02:50 PMQuizas sea un poco tarde para comentar ya que lo escribiste hace mas de un año, apesar de que lo lei tmb hace un año.
Pero quiero decirte que cada que lo leo me sacas tantas lagrimas...
Se lo que se siente.
Asi como tu tenias a tu Boni.. yo tenia a mi Tofo
Lo quise y lo aun lo quiero muchisimo !
Ya hace seis años aproximadamente de eso, pero aun sigue viviendo en mi corazon y en mi mente.
Hoy en dia tengo una gatita llamada Boni, en honor a la tuya... y dejame decirte que es unica y especial !
Sin duda alguna todas las boni's son especiales !
Saludos y abrazos !
Paloma | 11 de Julio de 2008 - 09:31 AMPaloma, gracias por tu comentario y sobre todo por haber llamado Boni a tu nueva gatita. En efecto, las Boni's son seres especiales.
Abrazo también.
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