5 de Enero de 2007
Caracas Notebook, Guillermo Parra
“Caracas es demasiado grande y tanto que casi la confundo con un país” dice parte del epígrafe de Elizabeth Schön que se cita al inicio de Caracas Notebook, el poemario de Guillermo Parra, aparecido en una edición limitada de Cy Gist Press el año pasado.
Parra revisita la ciudad de su infancia y esta colección es resultado de esa visita que contagia melancolía por las ciudades que uno guarda en el baúl de los recuerdos, ciudades que se han rebelado y transformado en algo bastante imposible de amar.
Me parecería injusto limitar Caracas Notebook a la palabra “poemario” porque tiene más que eso. Aparte de poemas breves, donde lo esencial obra con fuerza para transmitir las impresiones de lo visto, sentido y evocado por el autor, hay también textos en prosa (¿crónicas, viñetas?) que nos devuelven de alguna manera a la “realidad”, que nos leen grafittis de la ciudad, rutas, acciones, lo que aunque escapa de la forma del verso no deja de ser menos intimista.
El libro viene ilustrado con varias fotografías en blanco y negro de la ciudad, fotos tomadas por Isabel Parra, hermana de Guillermo. Las fotos, sus ángulos o quizás precisamente el efecto del blanco y negro le otorgan voz propia a las imágenes de edificios y calles, y contribuyen a aumentar la sensación de melancolía que destila el libro. Los edificios están vacíos, no hay retratos ni gente posando y los únicos lugares donde vemos personas es en las calles, anónimos peatones que no perciben que su imagen está siendo tomada.
La mirada de Guillermo sobre su ciudad no es la del adulto que recuerda, ni la del migrante que, obsesionado con el retorno, magnifica e idealiza su lugar de origen. A ratos, su voz suena descarnada, con una tranquila angustia, si se me permite la imagen:
I don’t write much
here in Caracas
mainly grow earth
fluent / dust
sleep my sentences
collect pages
typed on leaves
of elegance
En otras, reconoce a secas el drama actual de aquel lugar:
Paranoid city
we live behind gates,
walls & barred windows.
Imposible no pensar en cualquier o en toda ciudad latinoamericana al leerlo, en estos tiempos en que nos encerramos tras barrotes y alambres de navaja, mientras los criminales pululan con toda libertad en las calles.
La lectura de Caracas Notebook me ocasionó una sensación curiosa. Nunca he estado allí, pero los textos y las fotos me remitieron de inmediato al San Salvador de mi infancia, la ciudad de los años 70 que no se parece más a sí misma y que hoy por hoy provoca más repugnancia que afecto. Y esta evocación no está provocada por algo concreto. Parra no hace recuentos del pasado pero, entre líneas, transmite esa sensación de lejanía y desconcierto que provoca el reencuentro con un lugar conocido pero cuyas claves ya no comprendemos.
Los poemas de Parra me dejaron pensando en los lugares que amamos y que luego, por azar del destino, debemos abandonar. En lo irrecuperable que de un retorno que no es más que la ansiedad de regresar a lo que ya no existe ni puede pervivir, porque las ciudades, al estar habitadas por humanos, cobran vida por sí mismas. La dinámica de sus gentes les otorga movimientos y transformaciones propias, las hace crecer, evolucionar, declinar, decaer. Y es desde las calles de esas ciudades (que cada día, lejos de convertirse en lugares agradables, parecen trampas, enemigas del hombre), desde donde los versos de Guillermo Parra nos recuerdan que están pobladas por seres que sueñan, desean, esperan, añoran, recuerdan... y escriben.
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